jueves, 5 de septiembre de 2013

Vida de perros - Parte 1

"Vamos, movete que me tengo que ir.".  No era así como esperaba terminar sus días. Ni siquiera lo llamaba por el nombre.

Hace seis meses que Dunley Colin III se había mudado de la casa de su amigo del alma, Reynaldo Sagastume. Mudanza forzada por su larga enfermedad devenida en muerte. Hasta último momento, siempre ahí firme, junto a su compañero.

Con él se fueron entrañables anécdotas y viajes por lugares paradisíacos, propios de la fiesta Menemista. Punta del Este, Niza, Marbella. Correr por la playa, viajar en primera, cruceros, fiestas y trato preferencial. Lo que te imagines, multiplicado por diez.

La hermana de Reynaldo, Estela Sagastume, una mujer bien de Avenida Libertador se había transformado en su dueña adoptiva. Estela estaba caliente porque Reynaldo le había dejado solamente a Dunley, y el resto de la herencia había salido para el lado de Carlos y Silvia, sus otros hermanos preferidos.

Es por eso que el trato de Estela era seco y distante. Se notaba que a ella no le gustaba su compañía y mandaba a Chela, su mucama, a comprar la comida genérica de Coto.

En ese instante, un sonido paró sus pensamientos  en seco. Segundo timbrazo del Flaco Martín esperando en la puerta. Parece buen tipo, respeta nuestros tiempos. Nos lleva a un lugar con verde, no a esas plazas que tienen tierra y un par de juegos pedorros. Nos trata bien.

En la calle esperaban Lana, Negro y Kuky. En el recorrido venían ellos primero. Tenían la alegría y el desparpajo de los jóvenes. "Guau guau guau (Dale viejo, moveeeete)" dijo Kuky, que estaba re loco. Muy en el fondo, el Coronel, como llamaban a Dunley los compañeros de paseo, creía que Kuky estaba consumiendo Mr Músculo, mientras su dueña hablaba horas con sus amigas por Whassap.

"El mes que viene cumplo 14" pensó el Coronel, "No estoy para estos trotes". 

La siguiente parada es la casa de Olaf, el Siberian que en verano se cagaba de calor, pero ahora con la fresca estaba exhultante. No se entendía demasiado bien cuando ladraba, tenía como un acento extraño. "Arf, Arf, Guof, guof (Hola amigus, vamos a hacer ejercicio!) Uof Gough Barf (Hola Lana, estás muy linda hoy).

En un costado de la escena, un visiblemente alzado Kuky buscaba montarse arriba de Negro - "Guau guau gua" (Rajá de acá puto!!) - le decía Negro, visiblemente alterado  Kuky no respetaba a nadie. Además le había gustado más el olor de la cola de Negro, sabemos del libre albedrío que reina en los canes. Negro había ido a terapia para perros, porque un vecino lo había cagado a palos.

El resto de los muchachos, seis más, era relleno, raza más perro que los que ya estaban. "Todos medio pelo, ni siquiera uno de estos tiene papeles", pensó.

"Guaaau guaug guagu" (Pero mirá que humanaaa!!) Pasaba una perrita 0 km con su dueña trotando para el Rosedal.

"Guau guauu guagu guagu guauu" (Ahí viene el pelado en la bici, tirale el tarrascón daaale) Todos se prendieron en el ladrido. Olaf era el líder visible, Negro el pensante y Kuky el loco de mierda.

De pronto pasó Pablo, el otro cuidador del barrio, denunciado por los vecinos por maltrato animal y con decenas de multas en suspenso por no llevar nunca bolsita para recoger la caca. Los perros de Pablo eran salvajes, parecían de una jauría brava y no tardaron en desafiar a los paseados por El Flaco. "Guauu guauug guauuu guaguu guauu arf arf guaguu" (hay que ladraaar, hay que ladraar, al que no ladre, vamo a morfaaaar) (hijo de Pluto, hijo de Pluto). 

El Flaco cruzó de vereda, Pablo parecía querer que se muerdan todos. Kuky se los quería comer crudos, y tuvo que ser tironeado con fuerza.

En la otra punta, El Coronel miraba serio y maldecía su perra suerte...

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